EL GUARDIÁN DEL UMBRAL
En entradas anteriores he hablado del proceso de Individuación y del camino del Héroe. Ambos itinerarios tienen diversos puntos en común y suponen un camino de transformación interior para quien lo recorre, en el que las fuerzas oscuras que dominan al EGO van cediendo su poder para que resurja el ser luminoso y amoroso que todos llevamos dentro.
El punto central de este viaje es, sin lugar a duda, el encuentro con el Guardián del Umbral. Esta entidad o “personaje” aparece recurrentemente en la literatura y en el cine. En la literatura esotérica guarda el acceso al mundo invisible y pone a prueba al héroe antes de que pueda cumplir la misión a la que está llamado.
En realidad, no se trata de un ser externo o fabuloso, representado muchas veces en la mitología como un monstruo (por ejemplo, el Minotauro al que Teseo debe enfrentarse, o la Medusa de Perseo), sino que se trata de una instancia interna, una parte de nuestro ser que condiciona nuestra conciencia y nos mantiene encadenados a prejuicios y miedos paralizantes. En la saga de Star Wars, el Guardián del Umbral para el héroe lo encontramos en Darth Vader, que encuentra su origen en el apego y a la vez miedo que Luke Skywalker siente hacia su padre.
El arma del Guardián del Umbral es el miedo. Por ello, nunca puede ser derrotado, sino integrado, del mismo modo que nuestros miedos no se derrotan, sino que se transcienden. El “arma” para superar su acción paralizante no es otra que el conocimiento de uno mismo.
El Guardián del Umbral tiene su contrapartida en el Ángel de la Guarda. En el fondo, ambos representan lo mismo: nuestra neurosis. La neurosis se caracteriza por un tipo de conducta evitativa y de supervivencia típica, a la vez que un tipo de apego específico. Por ejemplo, una persona que haya sido vivido o sufrido injusticias o abusos reacciona construyendo una coraza invencible y hace suyo el dicho de “la mejor defensa es un buen ataque”. De este modo su obsesión es no mostrarse nunca débil mediante conductas recurrentemente desafiantes.
Para entender esto, la doble vertiente, temible y protectora de este “guardián”, es necesario comprender la naturaleza de nuestro EGO. El EGO siempre surge como reacción defensiva a una herida interna que nos ha generado dolor y miedo. Como consecuencia de esta experiencia (o más de una), se erige como protector una estructura neurótica que nos protege mediante mecanismos de defensa para evitar (no irremediablemente, por supuesto) que de nuevo esa experiencia traumática resurja. Así, la herida pasa a un nivel inconsciente mientras en la frontera se mantiene su protector ciego, el Guardián del Umbral. Por su parte, la personalidad consciente pasa la vida buscando placer y evitando sufrir. Ese protector busca nuestro bienestar, pero a la vez evita que conozcamos y podamos sanar aquello que nos aterra y que no queremos ver: la herida. Por todo ello, el Guardián del Umbral nos protege de lo que más tememos, enterrándolo en las profundidades del inconsciente, y a la vez es nuestro carcelero, dado que nos impide conocer la causa de nuestra neurosis y liberarnos de ella. Este Guardián no es la Sombra, de la que hemos hablado en otras entradas, sino quien impide que nos acercamos a ella para sacarla a la luz.
El EGO se construye como reacción a la herida y al temor básico de revivirla. Se construye alrededor de un conjunto de mecanismos de defensa y de estrategias de supervivencia que desarrollamos fundamentalmente en nuestra infancia. Estos mecanismos son automáticos.
El Enneagrama, maravilloso modelo de descripción del EGO y camino de transformación, nos describe perfectamente el mecanismo para cada tipo de personalidad, al tiempo que nos ayuda a superar ese funcionamiento reactivo e inconsciente.
El alma, que es nuestro ser esencial, que se expresaría verdaderamente si viviéramos libres del miedo y de los apegos, aspira a la libertad. Este deseo es el que impulsa al héroe hasta el encuentro con su Guardián del Umbral. Cuando estamos dispuestos a reconocerlos, aceptarlos y a dejarlos ir, el Guardián no tiene más remedio que franquearnos el paso hasta las profundidades de nuestro ser. Allí descubrimos la fuente que había estado enterrada durante tanto tiempo por todos nuestros miedos: el amor.