En estos tiempos de pandemia, me he preguntado qué arquetipos están influyendo de una manera clave en el modo cómo afrontamos la crisis provocada por el COVID-19. Creo no equivocarme al decir que la gestión de esta crisis sanitaria se realiza mayoritariamente con una actitud arquetípicamente masculina y que esta pandemia está poniendo en entredicho un modelo de sociedad basado en lo masculino. Intentaré explicarme.
La mente desempeña un papel muy complejo en nuestras vidas: dar sentido a todo lo que ocurre más allá de nuestra piel. Para ello, recurre a diferentes estrategias con el fin de establecer un orden y un sentido a lo que nuestros sentidos perciben. La mente estructura el mundo a partir de diferencias y similitudes; es decir, categoriza. Gracias a que clasificamos las cosas por categorías podemos distinguir una encina de una gallina, a pesar de que ambos son seres vivos. Como ya sabemos, hay categorías de orden superior que otras. Así, la categoría árbol es superior y abarca a las de sauce, olivo o encina.
Los arquetipos son modelos de representación de la realidad y, por consiguiente, también están sujetos a una categorización jerárquica. Por ejemplo, el arquetipo de lo femenino abarca a los de madre nutritiva, esposa, amiga, hija, sanadora, etc. El de lo masculino abarca el de padre protector, esposo, hijo, amigo, cazador, etc. Un arquetipo tiene una estructura mental asociada que actúa a modo de molde del pensamiento y, por tanto, ordena y da sentido a las vivencias de un individuo dentro de un marco social. Una parte de todo arquetipo es reconocible por la consciencia, pero otra parte permanece invisible y actúa desde la sombra o, lo que es lo mismo el inconsciente. Es evidente que, el arquetipo “esposa” tenía unas connotaciones sociales muy diferentes en el Japón del siglo XIX o entre los indios lakotas del Oeste americano, por ejemplo. Connotaciones estereotípicas que, la mayoría de las veces, se reconocen mejor desde fuera, por personas ajenas a esa cultura.
Lo masculino es una actitud o energía que tienden a la expansión, la conquista, la lucha, la competitividad, la producción, la fuerza y la acción basada en objetivos. Lo femenino, en cambio, se basa en la integración, la receptividad, la aceptación, la creatividad, el sostén y la sensibilidad.
Si partimos de estos conceptos, parece evidente que la pandemia y su gestión es un encontronazo, en nuestro propio cuerpo y en el tejido social, de las fuerzas masculinas arquetípica predominantes. Por ello, constantemente escuchamos en los medios de comunicación la expresión “lucharemos contra el coronavirus y venceremos”. Se trata de ver quién es más fuerte, si el “bichito” o nosotros, los seres humanos. ¿No te parece ésta una actitud plenamente masculina? Como consecuencia de esta actitud, muchos ancianos han muerto solos, sin el apoyo de sus familias.
SALUD Y ENFERMEDAD
La bacteria que más muertes ha causado jamás es la de la tuberculosis. A pesar de contar con una vacuna contra ella desde 1921, en 2018 murieron un millón y medio de personas, según la OMS. Hace años escuché una entrevista a un médico catalán de gran prestigio en su campo (lamento no recordar su nombre), investigador en una Universidad de Estados Unidos, el cual comentaba algo que me impactó muchísimo. Dijo que lo que mata a la gente de tuberculosis no es el agente bacteriológico que la provoca (el bacilo de Koch), sino la reacción que tiene nuestro organismo cuando entra en contacto con dicha bacteria. Por ello, deberíamos hablar, más que de enfermedad, de enfermos. Esto supone una perspectiva o una manera de entender la enfermedad y la salud muy diferente a la comúnmente establecida. Lo que mata no es el “bicho” en sí, sino cómo reacciona nuestro organismo ante él. Por ello, hay personas asintomáticas, otras que, presentando síntomas, lo pasan como un resfriado, y otras que desarrollan un cuadro grave y complejo.
Algo parecido ocurre con las alergias. Ante determinadas sustancias, en su lucha CONTRA esos agentes que llamamos alérgenos, el sistema inmunológico reacciona con mucha agresividad, provocando rinitis e inflamaciones.
Pero continuamos combatiendo la pandemia con una lucha constante contra el virus, resistiendo su “ataque”, aislando a las personas, evitando el contacto y excluyendo a los demás de nuestras relaciones sociales. Todo evidentemente con intención de protegernos. Y, a pesar de que lo que nos enferma es la reacción interna que genera nuestro organismo, continuamos confiando la salud a elementos externos.
UNA NUEVA MIRADA
Me parece muy evidente que no sólo estamos ante una crisis sanitaria o económica, sino ante una verdadera crisis de modelo social. A mi modesto entender, es una crisis de un modelo social basado en el desequilibrio, en una visión en exceso masculina del mundo y, en particular, de la salud o, lo que es lo mismo, de la vida.
Soy consciente de que decir esto puede generar mucha polémica, porque cuestiona la manera generalizada de entender la enfermedad y cómo “vivirla”. ¿La vivimos como un combate o como un camino de aprendizaje, rechazándola o aceptando el mensaje que nos trae? Cada cuál es libre de actuar como desee, por supuesto; pero me gustaría invitarte a cuestionar, por un momento, nuestra lucha, nuestra resistencia ante lo que está ocurriendo a escala mundial, para que nuestro corazón se abra a la aceptación y a la comprensión.
Lo masculino ante la enfermedad resiste y combate, para salir vencedor. Lo femenino ante la enfermedad acepta e integra el síntoma, para aprender algo de todo ello. Si nos centramos en la lucha en lugar de la comprensión del mensaje profundo que nos trae esta crisis, si no abrimos nuestra mente y adoptamos una mirada nueva para aprender algo importante de todo esto, nuestra lucha contra la pandemia continuará engrandeciendo nuestra sombra colectiva y, por consiguiente, el miedo; lo cual vuelve reactivo nuestro sistema inmunológico. Entonces, como humanidad, deberemos repetir la lección, inexorablemente.